A Esther Mendoza, desde niña, le apasiona la lectura, pasión heredada por su padre quien, como ella dice, es un gran poeta en el anonimato. De origen canario, su vida está en constante movimiento geográfico; cualquier rincón es una inspiración para contar historias y para resolver otras.
Tiene una hija y un perro, sus debilidades confesadas. Asidua a los paseos largos, la música, que inspira sus palabras, y la lectura, casi de cualquier tema, son el motor que le recuerda la brevedad de este paso como mortal.
Su trabajo está a caballo entre los renglones de algún relato y el coaching empresarial, una combinación que favorece, según ella, la visión de aquello que nos rodea…
Afirma que su mejor obra es ella misma; cada personaje, vivencias, emociones, le recuerdan dónde están las paradas necesarias de la vida…